Estoy en el mismo punto infernal,
no en un lugar, no en un sitio repleto de minas antipersonales ni bajo una
cascada de mercurio ardiendo. Estoy literalmente en el mismo punto, entre una frase
que dije y me avergüenzo, y otra que quiero decir y no me sale. No es una coma,
ni dos puntos que abren el texto con una expectativa temeraria, se trata más bien de un punto final que es en realidad un punto
inicial o un guión suspendido en la nada. A eso le llamo, sin pensarlo dos
veces, el horror.
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