miércoles, 21 de septiembre de 2011

Primera estación.

el-secreto-de-sus-ojos-subterraneo-buenos-aires Veo tus fotos, miro y me obsesiono con tus fotos. Algo tienen. Probablemente son los colores pienso. O las diminutas señas que de lejos me indican que son fotografías que operan a la inversa. Desde el pasado al presente. Porque lo admito: cada vez que las miro, hay una especie de murmullo, una vocecita que desde el fondo de mi cabeza me repite que debes aparecer. El problema es que esa voz no razona del modo en que las lecturas al sol en los patios de la universidad le enseñaron a razonar. El problema es que esa voz no sabe nada del tiempo o de la distancia, o del tiempo y la espera, o de la espera y la calma. Y yo le intento enseñar. Me siento y escucho como pasan los autos, las micros, los camiones que van a destinos inciertos, probablemente al norte, a la costa o al sur. De un modo poco convencional intento hablarle a esa vocecita. Lo hago sin hablarle quiero decir. Solo me quedan los recursos que da lo cotidiano. Desde la música, preparar el almuerzo, lavar la loza, leer, tocar algo de guitarra y en un infinito divagar, olvidarme de la vocecita. A veces lo logro. Este día se sobrepone a los días futuros. Este momento logra transformarse en el salvavidas que me permiten entender tus fotos como lo que son: capturas de momentos pasados y no como lo que quiero que sean, preámbulos del futuro.

Pero yo estaba en tus fotos. En lo que me provocan tus fotos. La descripción es obvia a estas alturas: cada una de ellas es un trazo, un pedacito de la mujer que reconozco en sueños prematuros. Cada una es una excepción entre las otras. Cada una tiene una parte de ti que me hunden en una búsqueda minuciosa. ¿Quién eres? ¿Cómo llegaste aquí?. He repasado a Benedetti, a Lihn, a Cortázar, letra a letra, y no hay forma en la que pueda mencionarte sin caer en comparaciones que tengan como trasfondo la luna, el mar, o la noche. Sobretodo la noche. ¿Y si eres como esos mitos chilotes que aparecen y se van? ¿Y si eres como esas leyendas nortinas del tiempo del salitre y la miseria? ¿Y si eres una de esas representaciones que mi vocecita elabora en los sueños?

He soñado por lo demás que despierto en el contexto de lo absurdo, cada paso y cada gesto mío colaboran indiscriminadamente a acentuar esa formula, hasta que de pronto vuelvo a despertar pero esta vez en mi departamento y aquí estas tu, tendida en la cama, quiero abrazarte, quiero besarte.

Afuera en tanto, pasan camiones conducidos por hombres cuya piel se cae y quiebra. Somos quienes se han quedado dentro de los sueños me dicen, estamos aquí hace siglos. Y te miro nuevamente, pareces tan real, eres como en tus fotos. Dulce, tierna, encantadora, terriblemente linda. Pero ¿Qué pasaría si los camioneros tuvieran razón?

jueves, 1 de septiembre de 2011

Formas de Volver a casa (en modo reseña)

En la contratapa:

volver_casaFormas de volver a casa habla de la generación de quienes, como dice el narrador, aprendían a leer o a dibujar mientras sus padres se convertían en cómplices o víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet. La esperada tercera novela de Alejandro Zambra muestra el Chile de mediados de los años ochenta a partir de la vida de un niño de nueve años. El autor apunta a la necesidad de una literatura de los hijos, de una mirada que haga frente a las versiones oficiales. Pero no se trata sólo de matar al padre si no también de entender realmente lo que sucedía en esos años. Por eso la novela desnuda su propia construcción, a través de un diario en que el escritor registra sus dudas, sus propósitos y también cómo influye, en su trabajo, la inquietante presencia de una mujer. Editorial Anagrama.

Este es el tercer libro de Zambra. Primero están Bonsái y La vida privada de los árboles. Ambos son libros muy breves pero de una belleza increíble. Según Zambra, ambos podrían ser catalogados como novelas en miniatura o cuentos-novelas, sin embargo, yo que soy un lector aficionado, poco práctico y que lo reduce todo –tal como el mismo autor del libro que “reseño” afirma- a las experiencias propias más que a lo ajeno, podría calificarlo como un gran poema. Uno de esos poemas-cuentos como los de Bukowski o –sin el talante proselitista evidentemente- como aquellos manifiestos líricos de Pablo de Rokha. Pero Zambra está más cerca de Lihn y sobretodo de Bolaño, que como es bien sabido más que novelista, siempre se consideró un poeta. Un novelista que hacía buenos poemas y malas novelas.

El hecho es que Zambra cuenta una vez más, una historia preciosa que repara en cada detalle y que en este caso va un paso más adelante de sus otras producciones gracias al trasfondo político, social y cultural que hay esta vez en su novela.

Podría parecer redundante en la literatura chilena el tema de la dictadura y de cómo ella, incluso en su estado teórico-terminal a fines de los ochenta impacta en las familias chilenas, no obstante, esta memoria es tomada con pinzas y Zambra se encarga de ubicarla con mucho cuidado en el plano de lo cotidiano, lo invisible y en esa transparencia heideggeriana que es respirar determinados ambientes. No se trata de un carácter meramente elusivo, sino más bien, del viejo axioma de la punta del iceberg de Hemingway aplicado en este caso, de manera perfecta, no solo a la historia sino al aura que rodea la historia. Leer formas de volver a casa es en primer lugar volver a la infancia, a nuestra verdadera patria y a su vez asumir esa presencia en nuestros efectos y lugares personales. En segundo lugar, es mirar directamente a nuestros padres, probablemente no con un tono desafiante como el narrador de la novela pero sí, asumiendo que ellos fueron los que escribieron verdaderamente la novela, su novela. Una que iba en serio. Que decididamente se las veía cara a cara con limitaciones cívico-sociales y en ciertos casos con aquella complacencia y silencio respecto a la situación de la época. Y en tercer lugar, el relato es la reflexión obligada en torno a los rótulos fatales que rodearon los setenta y los ochenta. Rótulos y nomenclaturas provenientes de la inteligencia pinochetista, la DINA, el SIFA, la CNI entre otros , y a su vez, de la paranoia conservadora-mercantil y gremialista, que por estos días, reflotan incluso, convocando directamente al pasado con nombre y apellido: Ley maldita, Ley de Seguridad Interior del Estado.

fotoalejandrozambra2_grande Alejandro Zambra, el autor.