miércoles, 8 de agosto de 2007

Así se destruye el pasado.




"Muero por un beso más (nada permanece). Me arrasas y después me arrastras, cuando no puedes volver atrás, suena como un ventarrón". Kuervos del sur, sin nombre.





D
ime a qué me atengo, a qué pilar me aferro para sostenerme mientras intento desenrollar un ovillo, dónde todos sus nudos son cabos sin atar, tejidos claro, por alguien que ni tú ni yo conocemos: un fantasma.

Qué hago, cómo te doy respuestas que no se cómo entran en preguntas, cómo concilio los signos de interrogación, con los afilados cuchillos de la exclamación. Dónde, mi vida, te escribo las palabras que quieres leer, dónde te grito las verdades que tus oídos quieren dejar de escuchar, para al fin, decir, está bien, no grites, ya escuché. Me pregunto a estas alturas, sobre mi, sobre ti, y sobre nadie más, porque nadie más entiende lo que tu y yo entendemos, y dudo que alguien más, se confunda tanto con las cosas que nosotros nos confundimos. Pero hay que hacerlo, porque no se trata del sol que sale todos los días para dar la vuelta y morir, y no es una serpiente emplumada, ni el ciclo de la luna. No son ciclos, yo no quiero ciclos, ni círculos, ni circuitos, ni procesos regulares, no quiero ni deseo mitos. Es por eso que te escribo.

Te escribo para dejar de escribir y para retomar, el trazo más amable de nuestras vidas. Necesito no volver atrás, no porque sea un riesgo, no porque pueda arrepentirme, no porque pueda confundirme, simplemente, porque atrás siempre ha sido y será, un lugar que no me gusta, de algún modo, un frío invierno por el que hay que pasar, pero jamás volver. Bueno, tal vez, sólo una vez.

Y esa excepción eres tú, la irregularidad de toda norma.

Tú, mi rebelde amanecer.

viernes, 3 de agosto de 2007

Esa extraña vocecita, esas jodidas palabras.



"Oía voces, entonces (según Bunge), el Gaucho Rubio. No siempre, a veces, oía voces adentro del cerebro entre las placas del cráneo. Mujeres que le hablaban, le daban órdenes. Ése era su secreto y hubo que hacerle varios tests y varias consultas con hipnosis para que fueran apareciendo los contenidos de esa música íntima. El psiquiatra de la cárcel, el Dr. Bunge, se obsesionó con el caso, se quedó pegado a esas voces que oía en silencio el interno Dorda." Plata Quemada. Ricardo Piglia.


Eran las tres de la tarde y como siempre, la tocata ni siquiera estaba a punto de comenzar, tomando en cuenta que debería haber comenzado precisamente, a la tres de la tarde. Además de Felipe, Rodrigo y Pato, nos acompañaba mi hermana con la intención de escuchar eso de lo que tanto hablábamos. Según ella, también lo hacía con la intención de ver a una de sus compañeras.

Se trataba de una tocata tributo. Covers de grandes bandas de Grunge, Pearl Jam, Nirvana, Alice in chains, y según lo anunciado por el panfleto, -que no sé desde cuando comenzó a llamarse flayer- Soundgarden. De todo eso, sólo oímos a Pearl jam y a Alice in Chains.

Yo lo sabía, claro que lo sabías, dice la voz extraña y fue por eso, que acepté feliz la compañía de mi hermana. Lo sabía y me sudaban las manos, lo sabía y en mi estómago quedaba el mismo vacío de gran momento. De qué forma puedo hablarle, cómo sostengo con mi voz, todo eso que ni siquiera puedo sostener con las letras. Dónde pongo los puntos y las comas, dónde organizo las frases sueltas que no pude ensayar, para sonar desinteresado. Dónde escondo mis ojos y guardo mis labios secos por la ansiedad.

Dónde fue la pregunta por excelencia, en momentos en que lo que menos importaba era el lugar, pero de algún modo, yo preguntaba dónde, sólo para lograr caer en algún lugar. Necesitaba escapar de ese lugar aun mayor que es nuestra historia, no la de los presidentes, ni la de nuestro pueblo, sino sólo la propia, la personal, la pequeña historia privada, acaso la más compleja de todas. Porque ella se esconde entre las plaquetas de nuestro cerebro y resuma vibraciones con cada latido, los del corazón y del aire, vuelve a agregar esa voz extraña. Cuando piensas en tu historia, el aire late. Todo adquiere vida; el asfalto, las micros, los postes, los edificios, el reloj, el tiempo, el sueño, los sueños. Y sobre todo mi voz, dice la voz extraña.

Y la tocata comenzaba, pero ella estaba tan lejos y mi hermana, que nada sabía, al igual que ella, me comentaba que allí estaba, que sí, que había venido. Claro que había ido, y ahí estaba, sentada con su tranquilidad habitual, al lado de un muro.

Dijeron que el grupo que abrió era improvisado, una mezcla de varias bandas y por lo tanto, los temas que tocaron, fueron los más populares, los infaltables que toda banda tributo, por fuerza de popularidad debe saber. Recuerdo que días antes, un tipo de nombre extraño, algo parecido al del vocalista de Oasis, Liam o Brian, me contactó por correo, no sé cómo, para que parchara a uno de los guitarristas que por razones impostergables, tuvo que dejar la banda. Al comienzo dudé, pero luego ya lo tenía muy claro. No.

No tocaría. La razón es que no era lo mio, porque me aterra la gente y porque había que preparar temas que para la proximidad de la tocata, saldrían a medio andar, como cojeando en medio de las distorsiones que por lo general salvan a todos los guitarristas de los errores. El rock en realidad carece de buenos guitarristas, y la distorsión, ese famoso Overdrive que traen los amplificadores, pero sobre todo las pedaleras, logran sacar adelante a los rockeros. Entonces dije que no, pero quedó la espina, esa pequeña idea de hacer lo que más me gustaba, no por un placer narciso, sino sólo por jugar con lo que tenía valor. Demencia temporal, como todas. Bueno, de cualquier modo, lo haría más adelante, no con una guitarra en las manos, pero sí cantando de la forma en que Layne Staley no hubiese cantado.

Y pensaba en eso, cuando veía al gordo guitarrista hacer el solo de Alive, pero pensaba en que estuvo muy bien escogida la opción de la dimisión, cuando miraba a mi izquierda y la veía a ella, cantando sin mayores alardes. Mirarla era todo. Nunca algo me resultó tan sencillo, pero tan complejo de dejar. Resultaba un suicidio. Mirar y pretender dejar atrás todo lo que me provocaba, era una mentira, que ni siquiera debía ser discutida o interrogada. Cada vez que la miré fijamente y con esa concentración de niño leyendo por primera vez, terminé sentado al fondo del patio de mi casa, oyendo el agua correr. La misma agua que corre siempre de formas diferentes.

El grupo terminó de tocar su repertorio y hubo una pausa. Se trata de bandas amateurs, así que todos arman como pueden lo poco y nada de lo que logran valerse para sacarle algo de provecho a los instrumentos que nada tienen de espectacular. El mismo amplificador para todas las bandas, la bateria que muta según el grupo (porque no hay nada que sea más valioso que los platillos), y los micrófonos que por lo general se escuchan tan bajo, que terminas por oir la voz del tipo que está al lado, y que a veces, canta mejor que los vocalistas de los grupos tributos. De seguro ella cantaba mejor.

Esa era su voz y yo nadaba allí. Me derretía como en un cuadro de Dali, y llegaba a su voz, pero terminaba amontonando mis restos de ir y venir -lo que se conoce también como devenir- , en el suelo. Su voz me hacía caer, ¿asi es cómo sonaba? .

El turno de Pearl Jam. Y ellos se anunciaron como la banda oficial de pearl jam, que además realizaba sorteos oficiales, pero con discos piratas. Estaba todo arreglado y entonces ganó mi amigo Rodrigo quien era amigo de la hermana del baterista de ese grupo. Con una pedantería legendaria, el vocalista, que según se oyó en una tocata anterior, fue llamado Freddy Vedder, anunciaba que tocarían temas inéditos de Pearl Jam. Y así sonó Sad, que según tengo entendido se traduce por pena o tristeza, y desde ese día, Sad me recordó a ti, porque no tenerte cerca era algo tremendamente triste.

El amplificador Marshall de 30 watts seguía dejando salir a la guitarra, pero los de Elemento neutro dijeron que ya no se podía más, que la caja del aparato estaba lo suficientemente caliente como para quemarlo. Así que se llevaron el amplificador, aun cuando ese no haya sido el trato. Los de Nirvana, Amnesico según recuerdo, alegaron lo suficiente como para llegar al extremo de hostigar a medio mundo. Y así es como se terminó la tocata. El vocalista de los Nirvana boys, se quedó plantado en medio del escenario, con un rostro que parecía sacado no de un video de Nirvana, sino que de uno de los Sex Pistols, y los que bromeábamos con la desgracia ajena, pensamos en más de algún momento, que si bien no pudo tocar ni siquiera un acorde por culpa de los agrandados de Elemento Neutro, si podría lanzar la guitarra al suelo y reventar las cápsulas, de tal forma, que incluso los más avezados rockeros presentes, rindieran un pequeño homenaje, aun cuando laudatorio, a la memoria de Kurt Cobain.

Y te sentaste al lado mío, pero no al lado mío, sino que a la derecha del hermano de tu compañera, porque debo confesar que en ese momento dejé de ser yo, y sólo recuerdo haber sido un punto de fuga atrapado en un punto de partida, que según concluí, eran lo mismo. Y yo que era un punto de partida, me quedé ahí, inmóvil, pasmado, sin nervios que tensar.

Las cosas que pasaban por mi cabeza, lo hicieron de verdad y me atravesaron como una corrida de balas o un puñado de gotas en el desierto. Llegaron y se fueron, y no pude hacer nada para contener. Podría haber tomado la iniciativa, podría haberme dislocado y quebrado como lo hace una estalactita o una piedra de obsidiana en un infierno ancestral. Romper el hielo, destrozarme, mutilarme y multiplicarme, para descomponerme, como una ecuación en medio de un último deseo. Y sentía la voz del tipo que me apuntaba y me exhortaba a cambiar de deseo. Si vas a morir, decía, no puedes pedir como último deseo, resolver una ecuación, y luego agregaba que podía buscar a mi familia, a mis amigos, mis pertenencias más personales. Pero yo sólo quería descomponer ecuaciones, porque sabía que eso significaba safarme de la cuerda, y darle un tiro a esa voz, que es la nuestra, pero que se escucha como intrusa, esa voz, que tú y yo, coincidimos que es el ajeno sonido de la conciencia.

Estabas a mi lado, más cerca que nunca y lo único que pude hacer, por culpa de una fuerza que aun no logro explicar, fue mirar al tipo que cantaba como Cobain, sentado sobre un amplificador, y con un rostro más triste, que una cara a la cual le falta todo, menos la tristeza.