viernes, 2 de abril de 2010

Un pedacito de historia.

 revelacion

‘En un Estado como el nuestro, cada cual tenía su papel asignado: Tú, víctima, y Tú, verdugo; y nadie podía escoger, a nadie le pedían permiso para nada, pues todos eran intercambiables, las víctimas y los verdugos. Ayer habíamos matado a hombres judíos, mañana mataríamos a mujeres y niños, y pasado mañana a otros, y a nosotros, cuando hayamos cumplido con nuestro papel, nos sustituirán. Alemana, por lo menos, no liquidaba a sus verdugos; antes bien, los cuidaba, a diferencia de Stalin con esa manía suya de las purgas; pero eso también estaba dentro de la lógica de las cosas. Ni para nosotros ni para los rusos contaba en absoluto el hombre; la Nación y el Estado lo eran todo y, en ese sentido, nuestras dos imágenes eran un reflejo mutuo. También os judíos tenían ese fuerte sentimiento de comunidad, de Volk: lloraban a sus muertos, los enterraban si podían y rezaban el kaddish; pero mientras quedaba uno vivo, Israel vivía. Seguramente por eso eran nuestros enemigos por excelencia, se nos parecían demasiado’ Jonathan Littell, Las benévolas. pág. 109.