miércoles, 13 de enero de 2010

El "nuevo" inquilino.


Desde que en materia política la democracia comenzó a expandirse hacia las capas medias y clases populares durante la primera mitad de siglo XX, y posteriormente, consolidándose esta expansión con la aprobación del voto femenino durante 1949, es que en las elecciones de presidenciales –no así en las parlamentarias- ocurre que inevitablemente el centro o la izquierda (la izquierda reformista) pierden una que otra elección, no por una mayoría abrumadora, no por falta de apoyo desde las clases menos privilegiadas, no por inconsistencias programáticas, sino, por pura ambición. Prueba de ello lo constituyen episodios como fin del Frente popular, el ascenso de Ibañez del Campo, la gran desilusión con González Videla o el triunfo de Jorge Alessandri a comienzos de la década de los sesenta. Incluso la derrota de la Democracia Cristiana frente a Allende, responde a este factor, el factor ambición. Y no es que esté mal. No es que en la política este sea un elemento extraño, un anticuerpo para el cuerpo moral de la política (y menos en este cuerpo político chileno tan desnutrido y dañado) sino, que en algunos casos representa una desinteligencia gigantesca. Como ahora claro.

A veces leer un poco la historia de nuestro país no es tan malo. Si se presta atención en los procesos eleccionarios, en las convenciones, en los congresos, en las primarias, tendremos que allí es donde se produce el triunfo o la derrota, el sufrimiento, la paranoia o la victoria. Y que en pleno bicentenario la Concertación este a punto de abandonar su hacienda en manos de los patrones históricos de nuestro país, no es una virtud de la derecha. Pero no hay que alarmarse, o eso quiero creer. Miro nuevamente los gobiernos de Ibañez del Campo (el segundo),y Jorge Alessandri y no hay tanto que temer. Probablemente el domingo se vuelva a repetir la historia y tendremos que esperar cuatro años en la mediocridad y en las omisiones, pero nada más. Ni terror, ni fin de mundo, las cosas no pueden cambiar tanto cuando después de veinte años han permanecido en status quo, manteniendo un modelo económico brutal, un sistema previsional elitista, un sistema político que ya quisiera el mismo González Videla o Nixon, un sistema educativo aberrante y un rol del Estado que da risa. Entonces ¿Qué podría cambiar? ¿las políticas subsidiarias? ¿los bonos? ¿las prioridades de todo este chamullo burocrático? Si Piñera y la derecha resultan vencedores este domingo no habrá nada nuevo bajo el sol. El empresario que colaboró en la creación de este Estado marginal, llegará a La Moneda y se sentirá como en casa, porque sus antiguos inquilinos, ni siquiera cambiaron la chapa.

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