jueves, 28 de enero de 2010

Co-Lección

He tenido tiempo de sobra y sin salir de mi casa he coleccionado un verdadero botín de efectos personales. En primer lugar, las películas. Desde hace tiempo que no le dedicaba algo de tiempo a informarme, averiguar y luego buscar películas atractivas. Ha sucedido que me he reencontrado con algunos directores que considero brillantes y que por falta de tiempo, había dejado descuidados. Es el caso de Kaurismaki, Loach y en menor medida Woody Allen, pues de él, lo he visto prácticamente todo. Ahora, también he dado con películas de las cuáles no sabía nada hasta que me puse a leer nuevamente sobre séptimo arte. Asi he desarrollado la manía de coleccionar películas que aun no veo, pero que me esperan con urgencia. In the loop, buscando a Eric, Nubes pasajeras, Angeles caídos, La evasión, Déjame entrar, En tierra de nadie, entre otras son parte de esta colección, cintas variopintas por donde se mire; desde cine proveniente de Suecia hasta Bosnia-Herzegovina. Y estas películas las tengo aquí en mi computador gracias a las bondades de la democracia cibernética y el compromiso de un buen puñado de personas, que comprometidas con esta democracia, suben a la red cientos de objetos velados de deseo para que coleccionistas como yo, se llenen la cabeza de pequeñas satisfacciones.

Luego están los libros y a pesar de que no sé que tan certera será la alusión a un prototipo de afán coleccionista, sí creo que el hecho de intentar mantener una biblioteca en un país como éste, representa un acto de generosidad y evidencia además, que por pocos que sean los libros que se tengan, tener más de diez ya significa mantener una colección, residual si se compara con otras bibliotecas, pero colección al fin y al cabo.

Durante este mes, más que coleccionar he visitado mi colección y he rescatado de las garras peludas del polvo a autores como Haruki Murakami, Junot Díaz, Knut Hamsun, Rafael Sagredo, Gabriel Salazar, Veronica Valdivia, Julio Pinto, John Cheever, Jaime Collyer, Herbert Marcuse y ahora voy decidido a salvar a Cesare Pavese de la araña de rincón que pretende hacer de la vieja edición de “De tu tierra el camarada” un refugio permanente de sus crímenes. Si me pidieran hacer una lista sobre mis artefactos y los inventores destacados de esos artefactos, que he desempolvado y de algún modo, visitado, la lista quedaría así:

1) El día en que Nietzche lloró (película)

2) La maravillosa vida breve de Óscar Wao (libro)

3) La bendición de la tierra Knut Hamsun (libro)

4) Consciousness de Pat Martino (disco)

5) Tokio Blues (libro)

6) Cuando hicimos historia (libro)

7) Relaxin’ with the miles Davis quintet (disco)

8) La gira del presidente Balmaceda al norte (libro)

9) Luces al atardecer (película)

10) Historia contemporánea de Chile vol.2, el de Salazar y Pinto (libro)

Lo bueno de hacerse una lista es que así como la memoria durante vacaciones se resuelve por medio de bitácoras y diarios de vida, el tiempo inerte dentro de una pieza puede también, medirse desde el espacio que ocupan cada uno de los efectos personales en el viaje que a veces estamos obligados a hacer sin levantarnos de nuestro asiento. Me gusta esto de pensar una colección en los términos de resguardo, inversión y de tanto en tanto, mañas compulsivas, pero me gusta más ver todo lo que se desarrolla en torno a ellas, justamente como un viaje silencioso y sin aspavientos que hay que tomar para llegar a buen puerto -o a destino final si se piensa mejor- con una sonrisa en la cara. Las cosas de esta colección no reemplazan de ningún modo a las personas importantes en mi vida, por el contrario, me sirven de compañía mientras el bus llega a Viña del Mar.


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