viernes, 8 de agosto de 2008

Réquiem por Brown




Autor: James Ellroy
Título: Réquiem por Brown
Editorial: Punto de Lectura













A.- A medio camino entre el cine y la literatura o entre la literatura y la música, James Ellroy despliega una historia profundamente oscura con banda sonora entre capítulo y capítulo. Beethoven, Wagner, Bruckner, en fin, los románticos se pasean por Los Angeles del mismo modo en que Fritz Brown, detective privado y protagonista del libro, pareciera ser el superhombre de Nietzche tratando de arrojarse al vacío mientras un violonchelo toca algo de Bach o mientras ráfagas de balas viajan desde Tijuana hasta la frontera con Estados Unidos. Todo esto pareciera ser una síntesis, una breve genealogía del bien y el mal, uno de los tantos ensayos dialécticos y sin grandes pretensiones. Probablemente Steve Sodenbergh y Paul Haggis hayan sacado lo suyo.

B.- En algún momento Fritz Brown compra una grabadora y se dedica a contar su caso. De todos los menudeos propios de una investigación que requiere persecuciones, seguimientos y una que otra oficiosa lectura en archivos policiales más o menos secretos, Brown compulsa sus crímenes. Tres asesinatos, violación a la propiedad privada y un incendio furtivo y azaroso de donde más allá del fuego, emerge la cara embadurnada de sangre de un viejo degenerado adicto a la zoofilia. Brown padece de paranoia. Ha dejado huellas y lo buscan, pero su mayor inquisidor está en su cabeza. Y así, del Camello al León del León al niño del niño al Superhombre.

C.- El hombre nuevo que moteja Brown está en Bonn, está en la casa de Beethoven, está en algún teatro con orquestas dirigidas por Karajan, está por consiguiente en la única verdad existente: la música.




D.- Y Brown se queda con la música. Sin mujer, sin Walter su amigo del alma (un borracho compulsivo adicto a la ciencia ficción). Se queda solo, gastando una fortuna en discos y con su conciencia carente de milagros. La conciencia de un ex policia desafortunado y de un detective privado atenazado por un extraño deber moral carente de pastiches cívicos.




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