martes, 12 de agosto de 2008

Atardecer



Ayer, mientras ordenaba mi pieza, escuchaba radio. Era un programa de música para películas y la banda sonora era de Evening, una película norteamericana estrenada hace poco. De todos modos no estoy seguro, pero algo así escuche considerando las interrupciones obvias del taladro y si en un primer momento no le tomé mucha importancia, luego, cuando salí a dejar las herramientas al cuarto trasero, me quedé pensando en lo que poco a poco iba transformándose en un murmullo, algo inaudible, una música lejana como cuando pasa un auto con volumen fuerte y luego, sólo queda una estela. De ese sonido me quedo una impresión vaga y al volver a mi pieza, me encontré con la misma melodía de antes pero con un piano y unos violonchelos preciosos desde el fondo. Jan Kaczmarek se llamaba el músico. Jan Kaczmarek como un ruso exiliado en tiempos de guerra fría. Jan Kaczmarek como un viejo leñador del siglo XI. Jan Kaczmarek como cualquiera en Europa. Jan Kaczmarek como una excepción en este país.
Y si yo tuviera mi casa –me decía- escucharía a Jan Kaczmarek la mayor parte del tiempo. Habilitaría un cuarto para los libros, algo así como una cabaña dentro de una casa, una pieza petrificada en el tiempo con maderas nobles, tablas oscuras y agrietadas interminables en su profundidad. Escucharía música incidental, sin voces, sin gritos, sin cambios bruscos de tiempo. Sólo una melodía, una en su estado más pristino, una melodía sencilla, un silbido acompañado por las cuerdas y los vientos. Y me gustaría llegar a mi casa y encontrar la radio encendida y sobre ella o en ella o desde ella, esa música inacabable dándole movimiento a los muros y ensanchando lo estrecho que seguramente han de ser sus pasillos. Sueño con un parqué impregnado de betún y destilando un aroma a pasta de zapatos y deslizándose como un ovillo tras otro ovillo, un gato gordo y peludo que pueda recordarme a Allan Poe o a George Simenon, pero más que a nada, a mi infancia o a la infancia ilusoria de mis hijos caminando sobre sus pijamas de una sola pieza, mientras corren por los pasillos del mismo modo en que correrían por un jardín inglés.
Tengo miedo, me dije, tengo miedo de ya no temerle a las culebras ni a las arañas delgadas y puntudas. Tengo miedo de no temerle a mi vecindario a las doce de la noche ni a un ataque al corazón mientras en la ducha, canto strawberry fields forever. Tengo miedo de que mi miedo sea yo, que entre mi cabeza y mis pies, medie una distancia repleta de piratas y callejones sin salidas que me inmovilice o bruscamente, me señale un camino sin utopías ni sueños, un lodazal más, una estafa dentro de tantas, quiero decir, mi suma que resta, el paso del cojo tras el puño del manco. Pero aquí esta Kaczmarek. Salgo a dejar un par de herramientas y me encuentro con un intruso que sin decir ni una sola palabra, me llena de historias y soliloquios perfectos de donde provienen mis miedos. Mi miedo de seguir escuchando a este ruso –probablemente un húngaro o un finlandés en vez de un ruso- que corta leña en un bosque del medioevo, solo, no en mi casa de sueños, sino que aquí, en esta misma pieza, con esta misma edad, con estos mismos libros, con esta misma luz deprimente, con estas mismas ganas de mirarme un espejo, cerrar los ojos y contar hasta diez, para que al final aparezcan tus manos en lugar de las mías y cómo suele ocurrir en las películas, todo se cumpla al pie de un guión optimista. Porque en definitiva, a lo único que le temo es a perderte y con ello, a perder el único modo que conozco de vivir.

2 comentarios:

Paty dijo...

Hoy ya había llorado. Hoy ya había pensado -otra vez- lo que sería tenerte lejos, más lejos de lo que puedo creer acostumbrarme.
Si hay algo a lo que le tengo miedo es a las distancias, a los silencios, a los vacíos, a esa soledad repleta de recuerdos y nostalgias y melancolías deprimentes que a lo unico que me pueden llevar es a llorar más desesperadamente en las noches, contra la almohada, contra lo que pareciera ser un destino, contra el viento y a favor de los sueños (mis sueños, nuestros sueños)

Nuestra historia es como un libro, sabes... y seguramente ambos ya hemos intentado -en algun minuto- hacerla concreta en papel, pero el limite siempre son los innumerables detalles que componene cada día a día. puedo escribir un libro con todas las emociones que surgen ahora, por ejemplo. y ese "ahora" sólo es un fragmento de tiempo que ha de unir un año y siete meses que han sido completos.

Te Amo más que a nada en el mundo, te amo más que a mi vida, me enamoro y me vuelvo a enamorar a cada instante... y cosas así no pensé que pudieran repetirse despues de un año, pero aqui seguimos, sin aburrirnos de esto, de sentir, se estar, de compartir, de soñar, de abrazarnos, de amarnos, de amarnos, de amarnos...


Hoy lloré suficiente como para soportar esos dolores de cabeza que me llevan a la ceguera momentanea... pero la diferencia fue que estabas tu y te podia abrazar, y si lloraba esta vez era con menos miedo que las noches anteriores... esta vez estabas tú. esta vez te podia abrazar, y abrazar mas fuerte, y podia dejarme estar en tus brazos sobre el pasto de un parque mirando el cielo infinitamente azul...
mi temor más grande es que esto se termine...

y bueno, si no pudiera hacer nada para quedarme, y necesariamente tuviera que irme fuera de santiago, ya sabes que haré todo lo posible para que este sueño se mantenga hasta el punto en que se haga realidad.


te amo fernando
te amo y estoy ansiosa de ser feliz siempre contigo

Paty dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=P0AZIFmkogY





la canción me recordó este tema... sigur ros apareció justo cuando también existian razones para tenerle miedo a la soledad (por ahi por el 2003 y tiempos tristes para mi)

esta vez será distinto
prometeme que estaras conmigo
jurame que estarás ahí y que no me dejaras sola
...y no, no te voy a cambiar por un porteño po