viernes, 18 de noviembre de 2011

Ese insomnio que suena a gotera

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Veinte minutos pegado a la pantalla, abriendo y cerrando ventanas, jugando con el puntero, creando rectángulos azules, acomodando iconos, googleando y visitando todo lo que siempre visito y nunca cambia. Veinte minutos sintiéndome la cabeza apretada por una llave inglesa, dando vueltas a la izquierda y luego a la derecha fiel, rutinaria y mecánicamente. Veinte minutos buscando que hacer, si el play, el computador, el librito, la pipa, la guitarra o este despojo escritural al que me someto. Veinte minutos y luego un par de segundos para que llegue la idea de meter mano al acopio de música que he olvidado por culpa de tanto concierto. Solo ahí y no antes aparece Eric Dolphy silbándome al oído mientras la llave inglesa finaliza su ejecución macabra y el puntero del ratón desaparece en la medida que su huella es reemplazada por las palabritas que acomodo para relajarme un poquito. Pienso en un mantra o algo similar, una sibilina disposición hacia el vuelo, algo que no promete ni cumple la Sertralina, cuando ella en lo concreto solo anuda el rito que une el insomnio a la somnolencia, la pesadilla perfecta.

Veinte minutos pasan, y pasaran otros más como contados con las ovejas que olvido lentamente. Ya no hay forjas en esta zona hueca, todo, desde el dedo que convierte a la tripa en cuerda y el ojo que moldea las sombras, ha pasado a mejor vida al menos por hoy. En su lugar quedan los resabios de Hypnos, mi pariente lejano, el fecundo hacedor de ojeras y letras muertas que gotea lentamente. Tlap, Tlap, Tlap, Tlap, sucesivamente, Tlap, Tlap, Tlap, con un ritmo infernal que quema. No hay llaves que cerrar. Como el astronauta ruso que ve la tierra por primera vez (antes que los yanquis, antes que los chinos, antes que los indios, pero no antes que los mayas desde su colmena pétrea) solo me acostumbro y decido amar ese sonido. Tlap, Tlap, Tlap, por unos veinte minutos más, circularmente hasta que alguien decida abrir de plano la llave y dejar que el torrente escurra hacia el agua que finalmente somos todos.

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