martes, 15 de noviembre de 2011

Witold Gombrowicz y el desnudo humano.

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A.- Leer a Gombrowicz es desconcertante. Lo mismo que leer a Breton o a Michaux, con la salvedad que Gombrowicz es polaco, condición que lo hace doblemente más complejo.

B.- Ferdydurke, su primera novela –editada en 1937- entra en circulación en momentos complejos para la historia polaca. La anexión a la URSS y el consiguiente peso ideológico del stalinismo ejercen sobre la creación literaria una presión insoslayable. Mas allá, dos o tres años más allá, el comienzo de la guerra con la invasión alemana a Varsovia, obligaran a Gombrowicz a buscar asilo en Argentina.

C.- ¿Pero por qué el stalinismo pudo ser una amenaza a la obra del escritor polaco? Básicamente por las disonancias en las que se mueve. Gombrowicz aborda el tema del condicionamiento social, desde una perspectiva cuasi ambientalista (determinista por cierto), una crítica alegórica hacia las formas de entender la subjetividad apuntando hacia la mirada del otro como eje fundamental en la composición de lo propio. Esto es, señalando directamente al rostro (la facha) del lector, espectador o compañero de clase (por nombrar a un sujeto que presencia) el cotejo del ser. Soy lo que soy en la medida que el otro me cataloga como algo determinado, soy inmaduro, soy profesor, soy joven, soy ingeniero en tanto el otro me identifica y me convierte ese rotulo que perentoriamente me asigna. John Holloway, decenios más tarde podría identificar esta intersubjetividad con el aniquilamiento del ser inacabado o infinitamente más complejo de lo que realmente somos. Es decir, yo no soy solo un profesor. Soy más que eso. El no es solo un estudiante, es mas que eso.

D.- Ser más que eso, más que esto que dicen soy, es un gesto profundamente libertario y rupturista. Es decir, ellos no son proletarios, ellos no son burgueses, ellos no son de tal o cual clase, son más que eso. Es desarmar todo andamiaje y ley histórica, es deformar la secuencia de los ciclos históricos que llevarían al hombre a un estado determinado. Cuando por ejemplo el tio del protagonista increpa a “Polilla” un amigo a todas luces poco ortodoxo, por querer este último congeniar con el criado, lo hace pensando en que Polilla trama una conspiración del tipo lucha de clases, incitando a la revolución y a la liberación de la opresión a la que está sometido el criado. Sin embargo, como el mismo protagonista señala, lo de Polilla y su empatía con el criado, es simplemente el deseo de fraternizar, ponerse en el lugar del empleado, como si eso fuera un simple asunto de categorías. Categorías como las tipificadas en los manuales de teoría marxista. La crítica es entonces a la aniquilación del ser, del individuo, en manos de ese asesino silencioso que es el entendimiento forzado del mundo. El hombre en la ciudad es más pequeño dirá Gombrowicz, el hombre entre otros hombres es más insignificante.

E.- Es la inmadurez, la insensatez, el desconocimiento de las convenciones sociales lo que permite el desarrollo de la creatividad. El acto creativo es por antonomasia un salto al vacío, libre y muchas veces irresponsable. Implica no mirar hacia atrás, no mirar a los costados e incluso no mirar hacia el futuro poniendo en el las estructuras que nos rodean. Es el rechazo al materialismo histórico, a esa evidencia empírica en la que el hombre se funda a través de su tiempo y su espacio, la que es necesario desechar. El hombre sin nada, desnudo e imposible de traducir, tal como Ferdydurke.

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