lunes, 29 de agosto de 2011

Lunes (en modo descriptivo)

cubo El mejor día de la semana. No llueve, está despejado pero no hace calor. El aire es relativamente limpio y a lo lejos se ven nubes que parecen sacadas de algún capítulo de los Simpsons.

Voy al colegio. Escucho y hablo parcialmente sobre algunos temas relevantes. Educación, democracia y empleo. Luego los minutos pasan y se vuelven pesadamente en horas que bien pensado se asemejan a las canas que salen –en mi caso- después de los 25. Cada hora en ciertos contextos es equivalente a una cana.
Al final me despido y camino hasta el metro Quinta Normal. Paso frente al Bibliometro y no hay nada interesante. Solo Las Benévolas de Jonathan Littell, un libro increíble y de proporciones bíblicas.

Me bajo en Plaza de Armas con la esperanza de encontrar el último libro de Gabriel Salazar del cuál me hablaron profusamente en un carrete a eso de las tres de la mañana. Le pregunto al vendedor por el último libro, pero el vendedor me comenta que el último es un texto de entrevistas en torno a la figura de Carlos Altamirano y yo le digo que no, que ese no es el último porque el último según mis fuentes habría salido no hace un año, sino que recientemente, una semana o menos quizás. El vendedor quien tiene una voluntad de oro, me lleva hasta su computador y busca infructuosamente. Qué raro le digo, probablemente es tan nuevo que ni siquiera está en las librerías y aun permanece oculto en la editorial de origen. Sin embargo, al tiempo que digo esto, pienso en que mi fuente no es del todo confiable porque a fin de cuentas está absolutamente mediatizada por un grado importante de vino en mi cuerpo. Ese día a las tres ya había consumido dos botellitas de Merlot y la única certeza que tenía entonces radicaba en la importancia del vino desde tiempos inmemoriales. Dije gracias al vendedor y me fui.

Lo hice caminando como siempre. Ni micro. Ni taxi. Ni metro. Es que caminar desde el centro hasta mi departamento es fabuloso. Ver el imponente edificio de la Universidad de Chile tapizado con lienzos, afiches y proclamas me da un poco de ansiedad y de curiosidad. Me recuerda a ratos que estoy viviendo en medio de un proceso histórico único.

Caminé por San Diego, miré sus librerías y me fijé en uno que otro libro, vi los instrumentos en la casa amarilla y reí mientras buscaba la tienda La Polar justo ahí, en el lugar donde ya no había nada. Llegué finalmente al Parque Diego de Almagro. Ese lugar siempre ha significado varias cosas. Desde los juegos Diana que me remiten a mi niñez a mis padres tomándome fotos sobre los juegos, hasta el pequeño rincón de los libros donde justamente, conseguí mis primeros textos. Si mal no recuerdo, el primero fue Balzac y el segundo Pessoa. El tercero y el quinto no los recuerdo, pero asumo que era algún escritor menor y decadente.

Mirando los libros, me llamo la atención un texto de Sergio Grez: La historia del Comunismo en Chile 1912 1927. Le pregunte al vendedor, quien se notaba instruido y amante de la literatura de izquierda, y me respondió que efectivamente era un texto nuevo e inédito, publicado hace no mas de una semana y que ni siquiera estaba en librerías. Dicho eso, no me quedo nada más que comprarlo.

2 comentarios:

MARY dijo...

Que tienen en la cabeza los profesores de historia, que aman la literatura y caminar?
Marisol SOS.

MARY dijo...

No respondio mi pregunta!