jueves, 27 de septiembre de 2012

Carta al viento.




Primero: Me quedo sin palabras y sin aliento, o probablemente al revés; primero el aliento luego las palabras.

Segundo: Afuera el aliento sobra. Se mueven los árboles, las bombillas sacuden su luz y el aire se repleta de tajos que suturan desde las volutas de humo que dejo escapar para no sentirme tan solo.

Tercero: Y necesito suspirar como para botar un poquito el aire que ya no me queda, el aire que he dejado en pasillos, en micros, en taxis cuando me da por acordarme de ti. La alternativa por descarte es, suspirar al revés: aspirar. Tragarme las hojas y el neón que voltea el viento, y por dentro, construirme una casa en la que habite junto a todos mis asesinos a quienes les tendría una estufa y un café caliente. Todos los asesinos vuelven al lugar del crimen dicen los peritos y los oscuros detectives que emergen desde la niebla. Que sea así. Que vuelvan acá, que retornen a su hogar que es el vendaval en que se transforman los alisios y los contralisios de mi respiración.

Cuarto: Tu sabes que (… ) . Tu sabes que me cuesta hasta respirar por (…)  Tu sabes que ya ni duermo por (…) . Que me lo paso todo el día escuchando las canciones que de algún modo tu también escuchas solo para estar un poco más cerca de (...)  Tu sabes que me da por contenerme, por respeto, por moderación, por esa introversión que aun sobrevive en los límites de mi entorno (que es también el tuyo pero declamado al estilo juglar, quiero decir, como los poetas medievales que construían sus vínculos cruzando castillos y matando a dragones que nunca existieron solo para encontrar a una mujer que no conocían y que ya estaba anunciada en un contrato que se asume como el destino, pero firmado)  y como suele ocurrir, hasta en las mejores familias y en las mejores historias, ni los contratos se salvan de las imposiciones secretas de un par de coincidencias. Porque las coincidencias se suman y luego se multiplican y luego se elevan al cuadrado y al cubo, y de dicha operación matemática (que por cierto me provoca un pavor sincero y desmedido)  resulta una absorción absoluta por el mayor de los números. Me explico mejor: lo que crece no para de crecer, lo que sube no para de subir (todo lo que sube tiene que caer, dicen los ingenuos, dicen eso mientras yo veo como todo esto no para de elevarse y de momento no hay ni techo ni cumbres que obstaculicen pasos para esta borrasca  ). Así que nada baja.

Quinto: Perdí el hilo.

Sexto: Hago nudos  sin hilo y cómo se hacen esos nudos me dice una vocecita al otro lado del cielo (donde ya está lo que crece) y yo le respondo que del mismo modo en que se configura el nudo el ciego en la abstracción del pensamiento. Las dos manos en frente listas para dirigir una orquesta compuesta por una guitarra y una voz y allí procede el sastre a tejer sus órbitas a las que no logra darles sentido porque antes, se atraviesan en la negra noche, los cometas o los satélites da igual, pero se atraviesan rompiendo el cielo que está sobre el cielo, y allí no queda más que pedir un deseo y ¿qué pido?

Séptimo: Lo mismo que tú.




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