¿Donde están los escritores?

¿Donde están esos hombrecillos en blanco y negro que deambulan por bares y plazoletas a pleno día?. ¿Dónde quedaron las entrañas ya ulceradas, de escritores ebrios de tanto café y tabaco? ¿Dónde esta ese listado tremendo de autores, libros, tendencias y siglos que alguna vez repase mientras un profesor al frente conmemoraba el frio invierno de Stalingrado en 1944? ¿Dónde esta esa biblioteca llena de sorpresas que ablandaba mis días de despecho y frustración? ¿Dónde están esas conversaciones ilusas (maravillosamente ilusas) sobre el futuro de quienes profesábamos un amor sin parangón a la literatura? Pero sobretodo, ¿Dónde se fueron todos? Ustedes, los que ya no me escuchan ni yo tampoco escucho, los que me convencieron de traer a Roberto Bolaño en un bolsillo, los que prometían leerse a Balzac y a Nabokov de un tirón, los que me hablaron de un tal Enrique Vila-Matas, los que hechos ya, letras y polvo, tuvieron la desfachatez de hablar de lluvias de cerveza y enjuiciar con ese telón de fondo a el mismísimo Hemingway y reivindicar a Celine. ¿A que país mezquino se fueron que no pudieron dejar nada? Intento encontrarlos en vano y pienso que de eso se trata, de buscar hasta no tener más alternativa que inventarlos.