domingo, 19 de febrero de 2012

Todos tienen fotografías.

perrin

Todos tienen fotografías. Sobretodo fotografías en una puesta de sol y de cuerpo entero. A veces a contra luz y otras mágicamente con el sol enfrente; un pequeño chasquido que proviene del flash hecho mueca en la sonrisa obligada. Todos tienen fotografías al borde de un rio o con la montaña imponente tras la espalda, todos tienen una de esas, con sus caras esplendidas frente al lente. Algunos quieren plasmar sus sueños o sus pesadillas (mas lo primero que lo segundo, aunque con excepciones como la mía, generalmente lo segundo) otros buscan imprimirle a lo cotidiano el semblante de la nostalgia y entonces, el blanco, el negro y el sepia recuperan ese protagonismo que fallidamente los artificios “hd” deslizan en pantallas mas inertes que la propia muerte. Y finalmente están quienes solo son objetos del paisaje, aquellos que se niegan a escuchar las instrucciones de turno y omiten deliberadamente la orden de mirar a la cámara o acercarse más a ese ángulo imposible que contribuye a la correcta proporción del cuerpo y el recuerdo. Esas personas que no piensan ni en si mismos, ni en los demás, esos que no son parte de ningún gesto colectivo de acercamiento ni menos, del empoderamiento de aquellos que miran complacientes un álbum fotográfico propio. Incluso ellos, de cualquier forma, tienen fotografías y se ven obligados a mirarse, a replegarse, a contagiarse de la huella que deja el pulso de la cámara fotográfica en el papel. Incluso ellos, los que se asumen como la furia iconoclasta frente a un mosaico bizantino, deben lidiar con su caja refractaria. Pienso en Morel, pienso en el cuento de Bioy Casares, pienso en una isla semi virgen y secreta (porque todo secreto es como una isla semi virgen), pienso el primer daguerrotipo y en las arañas que hoy tejerían sus telas adentro, pienso en los miles de hombres sonriendo frente a una cámara y a los otros cientos de miles, quemando las fotos junto a un Jack Daniels, pienso en mis fotos en el cajón, pienso en como duermen mis fotos en el cajón, pienso en los regueros de lagrimas de la foto escogida para algún funeral, pienso en tu sonrisa mujer, solo en tu sonrisa cuando no me queda mas remedio que verte en una foto mientras desapareces, pienso en que no bastan las fotos ni los acercamientos a través de ellas hacia ti, pienso en el mar o en los mares (considerando la multitud de costas besadas por la olas), pienso en el rey de corazones y en el diamantes mientras dejamos caer nuestras trampas en su nombre, pienso en esas fotos, en todas, en las tuyas, en las mías y en las de ellos, en las de todo el mundo para ser mas preciso y a la vez para no decir nada en absoluto. Pienso en lo que es una foto y así podría quedarme toda la noche intentando descifrar porque una foto puede más -por dar un ejemplo- que un pasaje en avión a Noruega.

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