domingo, 18 de diciembre de 2011

Navidad.

madre

Siempre vi a mi mama hacer cola de mono. La vi comprar meticulosamente el agua ardiente, la esencia de vainilla, el café y por supuesto, los clavos de olor. Vi también como utilizaba esas ollas gigantescas que no cabían en ninguna despensa y que por el contrario se arrumban en lugares secretos siempre al margen del uso corriente. Llegado diciembre sin embargo, aparecían los implementos necesarios para esa labor preindustral que es preparar el cola de mono, desde las cucharas, los embudos y las botellas de 2 litros de coca cola reservadas especialmente para tamaña empresa.

Me llamaba la atención la laboriosidad, la paciencia y el esmero incalculable con que mi madre distribuía los ingredientes dentro de esa olla enorme. La veía por lo menos revolver y guiñar su frente en cada sesión aun cuando lo único que quedaba era sentarse a tomar el cola de mono. Pero mi mama era exigente y sabia que cumplir con un ritual no era asunto de azares ni de urgencias. Se tomaba su tiempo y meditaba de cuando en cuando sobre la pertinencia del litro o del medio litro de agua ardiente. Sabia que en el alcohol había una cuota de responsabilidad difícil de ignorar y según ella, tomarlo con poco era cuestión de niños. El verdadero se tomaba con una buena cantidad y no solamente eso, sino que acompañado de un buen pan de pascua. Había que sentarse tranquilamente, en lo posible sin nadie alrededor, en las horas en que el día termina, con el viento en la cara y la mirada perdida en quien sabe que recuerdos. Probablemente, imagino que pensaba en su madre, mi abuelita, en las conversaciones interminables que juntas tejían mientras preconizaban el mismo ritual, el cola de mono y el pan de pascua, pero también la revitalización de lo cotidiano. Los espacios dedicados a hablar sobre sus plantas, sus comidas, sus problemas mínimos y torrenciales. Imagino que cabían esas situaciones donde se implantaba el silencio como norma de emergencia, un silencio tímido y breve que podría haber sido el reflejo de una necesidad oculta de abrazarse, de quererse mutuamente como las dos únicas mujeres de una familia de hombres, de vino y de naipes. Imagino que por lo menos mi madre quiso decirle que para ella, lo era todo, no solo su madre y la abuela de sus hijos, sino que también un refugio sagrado que contenía las primaveras y los inviernos de toda una vida al margen de otras vidas, teóricamente mas relevantes. Porque como mujeres de ese patriarcado, sus existencias parecían mínimas, siempre veladas por el estruendo de voces y risas copando los bares de la bohemia santiaguina. Imagino que mi madre quiso decírselo tantas veces y tal vez lo hizo, a su modo, con la llamada telefónica diaria, con la alteración de la palabra “mamá” pronunciada por ella como “máma” es decir, con un sonoro acento en la primera “a”, un viejo resabio itálico que auguraba lo imprescindible de ese lazo filial. Y ahora, que veo a mi madre con sus setenta y tantos a cuestas, con indicios de artrosis en su mano derecha, con sus ojos pequeños pero brillantes como dos lunas, con su voz tibia previniéndome sobre posibles riesgos, con sus pasos cortos y rápidos cruzando toda la casa (todo el universo) entiendo que solo en su conversación se puede tocar el verdadero amor, ese que le tuvo a su madre, ese que exploto y la devoro con su muerte, ese mismo que puede dejarla con la mirada extraviada en el cielo hasta que encuentra el consuelo en el sueño. Y no cabe duda que allí están, ella mi madre y ella mi abuela, otra vez, tomando cola de mono y comiendo pan de pascua cada noche desde diciembre. Mi mama dice que le gusta hacerlo sola, beber y comer cuando llega la noche y todos duermen, pero yo sé que no es así, se que su navidad tiene que ver con ese regalo perdido en el aire, en el aroma del cola de mono, en las frutas confitadas que todos diseccionamos al trozar el pan de pascua y en las jornadas de trabajo frente a la cocina. Sé que ahí la vida se vuelve infinita y retoma el eterno retorno en el que se transforma el amor cuando perdemos al depositario de nuestra compañía.

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