miércoles, 2 de mayo de 2007

Los que quisieron volar.


¿Qué había después del universo? Nada. Pero, ¿es que había algo alrededor del universo para señalar dónde se terminaba, antees de que la nada comenzase? No podía haber una muralla. Pero podría haber allí una línea muy delgada, alrededor de todas las cosas. Era algo inmenso pensar en todas las cosas y en todos los sitios. Sólo Dios podía hacer eso. -James Joyce Retrato de un artista adolescente



En medio de una de las tantas misas dominicales a las que tenía que ir por compromiso, decidí interpelar a Dios. Sí, fui yo quien en una actitud irresponsable y sobre todo altanera, quise averiguar hasta donde llegaba el poder de ese Señor de barbas eternas. Me dije a mi mismo, a la vez, que en un gesto de denodada confianza, qué tan cierto era aquello de la omnipresencia de Dios, así que lo primero que se me ocurrió fue, nada más ni nada menos, que jugarme el todo o nada. Mientras el sacerdote invitada a los feligreses a leer el salmo, le planteé a esa voz universal, el enorme desafió de materializar la fe. Entonces dije en voz baja “bueno, si Dios existe, que entonces de una señal”. Esperaré hasta “la paz” para eso.


Después del resultado, me dediqué a joder el nombre de la institución católica. Llegó a mis manos “el anticristo”, luego logré conseguirme “la genealogía de la moral” y antes de entrar a la universidad, me compré -en una pésima edición- Así Habló Zaratustra, que a propósito del mamarracho de edición, será “Asi hablaba Zaratustra”. Jamás compren filosofía de Ediciones Grafica. Asi fue como en un ataque ideológico, me comí tres libritos como si nada. Lo cierto es que a esa edad, sólo se rescata la filosofía del martillo, en cambio los detalles importantes, quedan reservados para segundas lecturas. Además es recomendable leer introducciones al pensador, como las de Eugen Fink, o el interlocutor hoy por hoy más válido del alemán:Gianni Vattimo. Eso lo descubrí cuando tuve acceso a los libros, y es que, si bien la biblioteca de la universidad no es como la de Alejandría, o la de Al-Andaluz, sí, posee buenos textos humanistas.

En la universidad el tema de la religión no es muy distinto al ataque adolescente. Sea cual sea la institución, finalmente hay algo de insurrecto en la mirada de los jovenes. Ya no les creen a los curas, a las escrituras y menos, a la mano de Dios moviendo los hilos de los hilos. En síntesis, la gran mayoría vive en el trastorno soporífero del ateísmo, acaso, el más violento, mientras más joven se es. En la universidad Nietzsche no era nada nuevo, y en cambio, el complemento desde el otro extremo, venía dado por Feuerbach (quien posee una de las tesis más contundentes en cuanto a la génesis de la religión), Engels, Marx, y mucho antes, Hegel con sus arrebatos juveniles (manuscritos juveniles, al modo de los manuscritos económicos de Marx, vale decir, una primera etapa de pensamiento) comienzan a disparar contra lo positivo del cristianismo. Positivo en el sentido de facto, de hecho. Desde el XVIII se sospechará que la tradición cristiana, anclada en la judía, mantiene complejos rituales, simbolismos y sobre todo tradiciones, re-territorializando aquel aspecto trascendente, en uno de inmanencia inconfesada. Se trataba de poner al cielo en la tierra e investir a hombres, con un poder que como la soberanía de Hobbes, emanaba de las bases, quizás, por miedo. Bueno, se comienza a sospechar de la mano del hombre en un discurso, que teorícamente, correspondía sólo a Dios. Dios dice esto, Dios haría esto, Dios piensa esto, “Dios permite la esclavitud, aunque bajo ciertas circunstancias podría vetarla”. Dios habla en Bartolomé de las casas, Ginés de Sepulveda, Bernal Diaz y en el destacado creador del requerimiento, Palacios Rubios. Los hombres sabían bastante de Dios y quisieron utilizar sus manos, ojos, boca, orejas, para transferir sus palabras.

Sólo puedo imaginar ese lapsus exegético, esa aura epifánica rodeando por ejemplo, a San Agustín mientras redactaba su Ciudad de Dios. Lo veo sentado en una silla maltratada, apoyando sus brazos en un escritorio de caoba -es lo más africano que se me ocurre- y sudando producto del sol de cáncer. De pronto, su mano levita, sus ojos se tornan diamantinos, diáfanos hasta el punto de tornarse blancos al momento, que su boca resuma borbotones. Es la palabra de Dios y él, el elegido logra colegiarlas en tremendos legajos de papel.

Así funciona el mercado de la . Hay un poder invisible que sólo, se capitaliza en manos de los mercaderes de cada región. Abadías, Obispados, Diocesis e incluso, la misión, que más tarde comercializará fe en las provincias -al modo que lo plantea Patricio Cisterna- de indios.

Pero tanto alarde por la religión ¿por qué? ¿por qué no dejarla en paz, y asumirla tranquilamente desde la perspectiva del encantamiento, o fatidicamente del desarraigo? Está bien, por un lado existe un escepticismo muy bien fundamentado que a veces decanta en una lucha abierta contra el clero, y otras, incredulidad que se traduce en nihilismo. Unos no creen, otros ni siquiera consideran importante creer. Pero están los que sí lo hacen, y consecuentemente, como diría Ortega y Gasset, creen que creen. El caso de la comunidad de Pirque es un buen ejemplo. Vivimos -se supone- en una sociedad que a pesar de ser laica, ya hace aproximadamente 100 años, sigue manteniendo un marcado carácter católico, apostólico y romano. Es cosa de detenerse en semana Santa o en Navidad, a ver las aburridisimas transmisiones de las misas relevantes. Está la autoridad sentada en una posición de importancia capital, al interior de la distribución de la ceremonia. Y nada ha cambiado desde el período colonial, vale decir, el período en que el catolicismo brillaba con mayor desenfreno, al amparo, por ejemplo de la luz de la hoguera del santo oficio. El historiado chileno Jaime Valenzuela, demuestra como cada ubicación al interior de la Iglesia, predispone a las autoridades a la afirmación del derecho de patronato, o más derechamente, a esa idea tan propia de las monarquias teocráticas, que aboga por la cercanía a Dios, a través de la jerarquía ocupada en el concierto político. Desde el gobernador, hasta los alcaldes del cabildo, la unión terrenal-espiritual, se simbolizaba en esa cercanía a Dios al interior del templo. Hoy, sucede lo mismo. Quizás ya no se está cerca de Dios, considerando el ateísmo confesado de los últimos presidentes, pero sí, se está muy próximo al poder de la Iglesia.

Uno de los protagonistas de la obra de Joyce, dice que la existencia de los sacerdotes no se justifica sólo por el hecho de ser interlocutores de Dios, sino que además, no imagina esa función, sin la intromisión de los clérigos en la resolución cotidiana de problemas. En este sentido, el Obispo Errazuriz cumple plenamente con su rol, al oficiar de abogado de los trabajadores frente a la vorágine empresarial, que a todo esto, obtuvo dividendos importantísimos durante estos primeros meses.

Y yo me sigo preguntando por Dios, por la religión, por esos nexos de comunicación que pueden llevarme a él, y sigo creyendo en la inmanencia de todo este cuento. Nada de trascendencia, cero experiencia mistica. Es como si todo estuviera plagado a lo sumo, de símbolos que redimensionan el espacio terreno, en la dimensión agustiniana de la ciudad de Dios. Como el plano damero, ¿qué es el plano damero, sino una dimensión religiosa transplantada a la tierra?. Vale la pena recordar que su origen se remonta a los monasterios dominicos, y que cuando Gamboa traza el prístino mapa de Santiago, la Catedral -pobre iglesia por entonces- ocupaba un lugar cardinal en la disposiciones de los “quehaceres sociales” de la época. La Catedral, la casa del Gobernador y cabildo. Luego los vecinos, más allá los moradores y en las lindes las estancias con indígenas. El espacio, sin más, se tatúa con una organización violenta que en nombre de Dios, incluye o excluye según sea el caso.

Era algo inmenso pensar en todas las cosas y en todos los sitios. Sólo Dios podía hacer eso” Claro que sí. No creo que nadie sea capaz de todo eso, menos aun, de pensar en el infinito. Sin embargo hay quienes se adjudican el saber cosmogónico, y lo enarbolan en ficticias disposiciones sociales, políticas, culturales e incluso económicas. Durante los siglos XVI y XVIII respectivamente, tanto la administración real, como la virreinal, decidieron expulsar a los judios ¿razones de fe? Se supone que sí. Lo cierto es que confiscaron sus bienes. Todo esto resulta impresionante, cuando se tienen datos de la pulcra convivencia entre, judios, moros y cristianos paralela estos sucesos. Maximiliano Salinas, Teólogo e Historiador chileno, muestra y justifica la existencia de un sincretismo no sólo en el binomio español-indígena, sino además en el nivel cristiano-moro. En efecto, el elemento mozarabe, fue trascendental en la ritualización de la palabra de Cristo ya sea en territorios pertenecientes a los antiguos califatos, o a las mismas prácticas religiosas en el transcurso de conquista y colonia de América. La fiesta de San Juan y el rechazo popular a la ostentación de las ordenes religiosas, son propiamente árabes, o por lo menos, sincreticas. Por lo tanto, las cuestiones relativas a la fe, bien poco inciden en la expulsión de tal o cual grupo religioso. Se trata más bien de condiciones preñadas de inmanencia; poder político, poder económico quizás.Algo similar ocurrió con la expulsión de los jesuitas al finalizar el siglo XVIII ¿razones de fe? No.

En fin, desde que la curiosidad invade a un niño, y este, anodinamente se pregunta por Dios, las cosas pueden mirarse desde otra perspectiva. Quizás, para gran parte de la gente, sea la más garrafal falta contra la verdad, pero ¿quien dijo que la verdad estaba en las mayorias? . Las dos religiones más grandes del mundo, es decir, las que más adeptos tienen, siguen sembrando muerte. Desde que Mahoma funda Medina en el 631, a los cristianos les ha sido difícil sobrevivir, sobre todo, porque su espacio -el geográfico, el mental y el simbólico- ha caído dramáticamente en manos de un sistema político-religioso, que pone en riesgo al apostólico-romano. Es como si la guerra desarrollada en el seno de España entre moros y castellanos, las cruzadas en medio de Jerusalém, y la pugna por Constantinopla, se perpetuaran eternamente.

Sin duda que Jesús tenía razón cuando llamaba a los niños a unirse a su predica, pues, hay que ser tan inocente como uno de ellos, para creer que la religión, Dios, y el espacio divino, se remiten a ellos mismos, es decir, a la religión, Dios y el espacio divino.

¿Qué había después del universo? Sólo la historia y sus bajos fondos, pueden dar esa respuesta.

1 comentario:

Paty dijo...

la culpa no es de Dios, sino del hombre que lo ha humanizado... lo transforma en un ser terrenal, crea mitos sobre su aspecto, y leyes para adorarlo...
la religion es tan humana como sus fieles, y por eso cae y recae en tentaciones capitalistas que le aseguran el "poder".
la iglesia, no es más que el templo donde encierran a ese dios-hombre del que hablan, y es a ese mismo dios al que elevan sobre las nubes en algun reino "celestial"... sólo alcanzable para el hombre después de la muerte.... ¿por qué será?
...quienes lo saben simplemente preferimos no saberlo, y en algunas ocasiones necesitamos cegarnos y CREER

:) t.a.m.