domingo, 7 de septiembre de 2008

Adiós Muñeca

adios2001

Raymond Chandler.

A.-La literatura negra, o el género negro, tienen esa particularidad trastornante de enredarlo todo. Los nombres, las direcciones, las palabras, y naturalmente las relaciones causa-efecto. En general, la forma tradicional de narrar una -o varias- historia peca de cierta omnisciencia presuntuosa que lo deja todo, a veces desde el comienzo, al descubierto. Es más, en ese tipo de narraciones lineales, decimonónicas, facilistas, todo se sujeta en la horizontalidad, orden y claridad del relato.

B.- Pero quedamos en que la literatura negra, a diferencia de la literatura rosa o de la literatura del siglo XIX y por lo tanto, la literatura anterior al romanticismo, lo enreda todo. ¿cómo? ¿cómo lo enreda¿ ¿Cuál es el propósito de dificultar el entramado de una historia? Creo, después de algunas pequeñas e insignificantes lecturas del género, que la meta es la misma que persigue el detective, si es que se trata de una meta en el amplio sentido de la palabra: en el deportivo y en el desafío. De cualquier modo, los detectives como sabemos, son los protagonistas indiscutidos del género negro.

Raymond-Chandler-Splash

C.-Lo que se narra y lo que narra James Ellroy o Raymond Chandler o Truman Capote o Brian de Palma o Frank Capra, es lo que sabe el detective, es decir muy poco al comienzo, un poco más durante el intermedio y probablemente mucho, al final. Son las pistas que encuentra, los golpes que recibe por encontrar o sólo buscar estas pistas y ante todo, son los apuntes que redacta minuciosamente en sus informes pagados de detective privado.

D.-Philip Marlowe es el persona de Chandler. Un detective sin otro motor que el que entrega su oficio. El clásico ex policia de Los Angeles que a fuerza de frustraciones o derechamente, de decepciones, enciende sus fuegos sobre una oficina mal cuidada y desaseada de la que pende un letrero con su nombre y oficio. Marlowe es el estereotipo. Lo que es Vito Corleone para los capos o Woody Allen para los neuróticos sicosomáticos y sobre esta figura, carismática sin duda, se construye lo que Osvaldo Soriano logró rescatar en su Triste y Solitario final. La vida y actitud de un hombre (un personaje, pero también un autor y un género literario) que sobrevuela sus propias limitaciones en la búsqueda más antigua de todo pensamiento: la verdad.

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