lunes, 7 de enero de 2008

Ese extraño Señor Roberto Bolaño

Con las palabras del título, Bolaño en un artículo publicado para un períodico y reeditado en 'Entre Paréntesis', definía al escritor argentino Alan Pauls. Lo hacía, básicamente, desde el punto de vista del buen lector que siempre fue. Sin piruetas hermeneúticas ni análisis pormenorizados de la obra de Pauls, Bolaño hace lo que mejor sabe hacer: hablar y narrar, de, y sobre literatura. Narra una breve relación epistolar con el escritor argentino, donde en pocas palabras, lo define como fabuloso y a sus cuentos y obras, como monstruos perfectos. Tanta es la admiración que deja sentir en su escrito, que recalca al menos dos veces, que las cartas que recibía de Pauls, las leía por lo bajo diez veces y que en una ocasión, una de ellas lo dejó temblando.

Llegado a este punto, las generosas afirmaciones de un escritor como Bolaño, que es conocido además de su alta calidad literaria, por su lengua afilada dadivosa en juicios inclementes sobre tal o cual escritor, los adjetivos ‘fabuloso’ y ‘perfecto’ para un escritor no pueden, sino, dejar una estela de curiosidad, que como siempre llama a la lectura voraz de esos escritores que Bolaño, al igual que Borges apologiza o conjura. No obstante, lo central es el efecto profundo que deja la palabra ‘extraño’, sinónimo de misterio mayoritariamente, pero en este caso, denuncia clara a lo fascinante. Y es así, como puede definirse también a Roberto Bolaño.

Chileno de nacimiento, pero con patria hispanoamericana, Bolaño dejó Chile a muy temprana edad para trasladarse con su familia a México, país que marcará a fuego su obra. Convencido en los ideales comunistas, especialmente trostkista, regresará a Chile en 1973 para apoyar la revolución que Allende había comenzado. Viaja en Barco y la lentitud del periplo lo condena a pisar Chile a pocos días del Golpe de Estado. Dado por terrorista extranjero es tomado prisionero, pero gracias a una coincidencia que eventualmente sólo podría tener una obra literaria, uno de los detectives a cargo del proceso, resulta ser un ex compañero de colegio de Bolaño. De ese modo, es dejado en libertad y regresa rápidamente a México, donde apostará el todo por el todo a la literatura. Conocerá a Mario Santiago, compañero y amigo de toda la vida para impulsar juntos el movimiento poético ‘infrarrealista’. Se trataba de un grupo de Jóvenes mayoritariamente de izquierda y con pretensiones literarias vanguardistas, o por lo menos, que distasen del predominio indiscutido de Octavio Paz. Queda lo suficientemente claro en el manifiesto infrarrealista que Bolaño redacta. Uno de sus objetivos era mentarle la madre a Octavio Paz.

El resto, o quizás, desde siempre como diría Alejandro Zambra, es literatura. Sus múltiples oficios en España, propias de su vida a salto de mata, lo llevaron a cosechar diversas experiencias que bien, podrían ser diversas vidas. En esas vidas, Bolaño seguía siendo el lector compulsivo de siempre y por sobre todo, el hombre que vive sin medidas, definitivamente sin timón y en el delirio, al igual que su amigo Mario Santiago. Su existencia trashumante, su don innato de buen conversador se plasman en cada una de las páginas que suelen ser, la adicción que Bolaño experimentó al leer a Pauls o a Parra. El oficio de ser escritor no resultó fácil.

Bolaño no es un escritor burgués. Sus temas sin ser argumentos enfilados entre garabatos, chilenismos, ni caricaturas de la pobreza, trazan la vida de los miserables. De los pobres de alma, de los sin afecto, de hombres perdidos y al borde de un barranco. En sus cuentos y novelas, los personajes son hombres cuestionándoselo todo, hombres dubitativos y llenos de especulaciones en torno a temas que palabra a palabra, los van convirtiendo en zombies de una desgracia inminente y que por culpa de cobardías indeterminables, comodidades o perplejidades, impiden la existencia de grandes acontecimientos. A todos sus personajes, les han temblado las manos como a Bolaño al momento de leer una carta, o probablemente ni siquiera accediendo a ellas. Es el mal endémico de nuestra época, el que Bolaño nos entrega en una prosa liquida, que lo salpica todo.

Al mostrar su libro de cuentos ‘Llamadas telefónicas’ en 1998, Bolaño era un perfecto desconocido en Chile. En esa ocasión, Bolaño estuvo cerca de escritores como Jorge Edwards, Pedro Lemebel, Sergio Parra, Franz, etc. Y terminada la presentación del texto, las emprendió contra gran cantidad de los escritores presentes, tratándolos de burguesitos y mediocres. Coloane y Letelier también salieron damnificados, nada más y nada menos que, por escribir mal. Luego, junto a Lemebel y Parra partieron a un bar Santiaguino, dejando plantados a otros escritores con los que Bolaño ya se había comprometido. Y es que a Bolaño le ha costado. El movimiento de ser un escritor de ligas menores, a ser considerado una revelación de la literatura hispanoamericana o como diría Fuguet, un terremoto que sacudió a las nuevas generaciones, discurre entre los mismos males y problemáticas que en su obra plasma. Dolor, frustración, extravíos, muertes, viajes sin sentido, etc. Con Bolaño no hay cursilerías. Su dominio de la palabra es aterrador. Da miedo, provoca angustia, genera ansiedad. Porque siempre nos conduce con una fluidez insólita, al abismo de la naturaleza humana. No se tratan de textos fáciles o de consumo masivo, pero aun así, la trama de Bolaño es encausada por una narración que perfectamente, puede conducir sin mayores preámbulos ni forcejeos, a los pensamientos de un mexicano de finales de siglo XX, hastaa la literatura de Píndaro o a los clásicos griegos.

Como Borges y actualmente Vila-Matas, la literatura de Bolaño está plagada de amor a la literatura, aun cuando paradójicamente el oficio de escritor sea puesto en una tela de juicio parecida a una gran mentira mundial. La literatura Nazi en América, no es sino, prueba de ello. Los escritores son seres abominables a veces, despreciables hasta el fondo de sus pensamientos, personajes pobrísimos, con historias que producto de su vinculación con una la idea mundialmente aceptada de lo fantástico que suele ser escritor, engendra monstruos narcisos y fracasos trágicos en el seno de la literatura.

Sin tener un reconocimiento adecuado o por lo menos, necesario, en Chile las voces que hablan de Bolaño se multiplican por miles. Las cátedras, los concursos literarios con su nombre, las referencias obligadas a su obra, los proyectos de cine con sus argumentos, las obras de teatro que tratan de representar el genio de Bolaño, son cada día más. Están amontonándose como espermios sin fecundar y la carrera es explosiva. Algunos ya han hablado de ‘Bolañistas’.

Ayer, al menos tres alusiones a Bolaño en el Artes y Letras, lo mismo la semana pasada. Rafael Gumucio, sin más, al hablar de lo aprendido durante el 2007 en términos de literatura (pero siempre con la vida de lado) reseñaba sumariamente sus fantasmas y allí estaba Bolaño, sin mayor explicación, sin detenerse en hablar de lo que para él representaba. Simplemente Bolaño enquistado en la vida de un escritor chileno como un nombre que parece la voz de la conciencia, o el veredicto escondido de Dios.

Ciertamente, hablar sobre Bolaño es complejo. Es hablar sobre una universidad desconocida, sobre la vida de un escritor que vive por y para la literatura, sobre las derrotas y los triunfos que se diluyen en un hígado castigado. Hablar sobre Roberto Bolaño, es hablar sobre un fenómeno extraño, un ángel de la guarda para las nuevas generaciones de escritores chilenos y un demonio para los apoltronados literatos de café, estudios y bibliotecas con empastes en cuero. Hablar sobre Bolaño, es legitimar el robo de libros, las especulaciones eternas sobre los asuntos más insulsos, el amor a la amistad y a la vida, el odio hacia la mala educación, la corrupción, el abuso de poder y la mala literatura. Hablar sobre Bolaño es detenernos un momento, a mirar nuestro tiempo y pensar latamente sobre el año 2000 y luego, agregarle un 666. Qué tiempo más terrible nos tocó vivir. Con Bolaño la lucidez y la poesía toman forma de prosa, y letra a letra se extienden por el papel como un par de ojos valientes que se abren para mirar y llorarlo todo en silencio. Como los sueños de Bolaño, esos sueños oscuros con escritores que aparecían y desaparecían en momentos disímiles, y que siempre dejan al soñador despierto y pálido, abatido tras la perdida de esos sueños.

En el 2003 se extinguió el último sueño de Bolaño, pero también los sueños que nosotros, sólo podíamos vivir a través de sus detectives perdidos en medio del desierto.



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