miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un poema para ti: Patricia Valderrama

Soñar no cuesta nada (Claudio Bertoni)

Siempre miraba en la puerta
en el suelo a la entrada
por si había algún papelito
por si se te había ocurrido pasar
por si habías sentido la necesidad de pasar
y siempre que volvía de Viña
tenía el sueño de encontrarte ahí
sentada en la puerta
sentada en la escalera
y siempre te saludaba
y así me aliviaba,
en una ínfima medida me aliviaba.

también cuando los perros ladraban mucho
pensaba que eras tú
que podías ser tú
porque así le ladran los perros a las personas que no conocen
y el viento en las ramas del damasco
y en las hojas
y el viento en las plantas
también eras tú
también podías ser tú
y los perritos que vienen a pedir cáscaras de queso
también podías ser tú
pero nunca fuiste tú

nunca en ninguno de estos casos fuiste tú
siempre fue el viento
y los perritos
y los pasos de otras personas
y los ladridos para otras personas
y ya no te confundo con los pies de los perritos
y ya no te confundo con el viento entre las ramas
y ya no te confundo con el viento entre las hojas
y ya no te confundo con el viento entre las plantas
y ya no te confundo conmigo
y ya no me confundo contigo
y ya no nos confundo a los dos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

señor Sagredo le deje una nota en el año 2007 en la nota sobre lo que es o puede ser la historia

Saludos

Patricio Cisterna

Paty dijo...

en cualquier lugar (a des-horas), podría haberte encontrado la razón, o no a ti, sino a Bertoni, cuando dice que "soñar no cuesta nada"
A mi soñar, y así como van las cosas, me costó tres años, y unos tantos antes para darme el permiso (concedermelo) de hacerlo... y no hacerlo sola, sino más bien contigo. El costo, sin embargo, no sólo fue de tiempo, sino además de afectos y sentimientos. Soñar me ha costado 3 años, un proyecto sobre el futuro, entregar mi vida a otro (desconocido ahora), y no se trata de algo que se me ocurriera hacer en mi tiempo libre (error!!), sino todo lo contrario, me sentè a bordar mis sueños, me dediqué a construir, a poner cada pieza donde mejor sostenga esa edificación del sueño. Soñar me hizo arquitecta de ilusiones, me volvió niña de vez en cuando y también me hizo mujer, no lo ignoro.
Creo que Bertoni no sólo soñaba, sino que también dedicó su tiempo, su anhelo, sus afectos, en una construcción que no tenía partes. Mi construcción nos tenía a ambos, o por lo menos eso pensaba.
Me dediqué a vivir mi sueño a medida que lo armaba (con piezas nuevas que iban reemplazando las antiguas), y del mismo modo que me dediqué a vivirlo (a no dejarlo pasar), tengo que hacerme cargo del desastre, de cuando se cae todo, de cuando el sueño muere, de cuando las paredes se trizan, hacerme cargo de los muros desolados nuevamente.
Recordé Bulnes... allí comenzó todo, frente a un muro muerto. y podría terminar todo en el mismo lugar, frente al mismo muro o en el lugar de él.
un muro cargado de historias y sus consecuencias...