jueves, 8 de enero de 2009

Calma

Habrá un momento en que ya no intentaremos más, arrendar el invierno. Ni sus hojas caídas, ni sus zapatos enterrados en la tierra. Habrá un día, espero, que no buscaremos más cigarras con lupas del abuelo, ni tampoco, grillos tapizando el aire con cantos de guerra. Ese día sólo nos dedicaremos a dejarlo todo. Los zapatos bajo la cama, los libros sobre el pecho, la mansión secreta en la playa hundiéndose con el continente. Lo dejaremos todo Patricia. Todo como está. Ese día no intentaremos cambiar ni querer nada más, y desapareceremos del mismo modo en que abrimos los ojos por primera vez. Lloraremos, pero nadie nos golpeará la espalda. Hablaremos y nadie nos quitará los adjetivos. Reiremos y nadie quitará la vista de su libro. Y sobretodo, no haremos nada y nadie, apuntando un reloj en pena, nos dirá que ya es tarde.



lunes, 5 de enero de 2009

Dinos como sobrevivir a nuestra locura

Siempre quise leer algo de Kenzaburo Oé o para ser más riguroso, siempre quise leer algo legitimamente japonés. No me funcionó con Amelie Nothomb (más belga que japonesa) ni menos con Kazuo Ishiguro (más inglés que japonés) pero con Kenzaburo Oé le di al gato. Del mismo modo que con Yukio Mishima aunque menos oscuro. Eso sí, siempre con ese instinto kamikaze de soldado cayendo en picada sobre Pearl Habor:



"Una noche de tormenta como áquella, su padre le explicó que la vida de los hombres consistía en salir de las tinieblas y permanecer algun tiempo alrededor de la luz de una vela, para luego volver cada uno a sus propias tinieblas y desaparecer en ellas"