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domingo, 28 de agosto de 2011

Botiquín (en modo fresaniano)

Pearl Jam No Code 1996 Inside I

Uno: Cada disco, cada artista, cada tema es una cápsula. Pienso en un medicamento que consumes cada tanto y de manera desprolija, pero que de cualquier modo recetarían cuando ya no hay nada más que recetar.

Dos: Consumo tanto Miles Davis como Mark Lanegan. El primero es recomendado para los problemas derivados del corazón, taquicardias o arritmias y el segundo –Lanegan- sirve para las alzas de azúcar. Es como quitarle el azúcar al café.

Tres: Se recomienda escucharlos en dosis moderadas. No más de 4 o 5 temas continuos y siempre en horario vespertino ojalá entrando en la madrugada.
Cuatro: Para comenzar el día recomendaría mezclar tu suplemento alimenticio de cabecera con alguno de los siguientes comprimidos: Pearl Jam (evidentemente que el disco Ten o Versus), Kuervos del Sur (sobretodo si tienes un trabajo tedioso y necesitas fuerzas, muchas fuerzas para pasar la prueba) y Kings of Leon (disco Only by the night).

Cinco: El uso desmedido de cualquiera de los medicamentos anteriores puede provocar alteraciones evidentes en el estado de ánimo. Sonrisas espontáneas, melancolía e incluso alucinaciones en estado de vigilia.

lunes, 25 de enero de 2010

Acordes y Desacuerdos.


A Paty Valderrama, con quien tuve la felicidad
de compartir tardes de música, cine e historias.

¿Recuerdas esa película de Woody Allen
sobre el guitarrista que mataba ratas a la orilla de la lína del tren?

Venía de regreso. Había tocado hasta la madrugada en un club parisino y se imaginaba flotando en su improvisada litera. Como siempre, su guitarra vieja y su bigote de dandy lo acompañaban hasta la casa rodante donde le esperaba su mujer. Había sido una noche larga para este bohemio guitarrista. Una noche como todas las noches de la entreguerra europea; triste e incompleta como cada uno de los sobrevivientes de La Somme. Pero él era gitano, un hombre criado en la campiña belga o lo que es igual, en la campiña francesa, y de la triple entente y los aliados entendía bien poco. Sólo quería llegar a su hogar y probablemente recostarse o hacerle el amor a su mujer que lo esperaba con comida caliente y pan fresco. Los impertinentes de siempre, decían que él era un libertino, un mujeriego, un alcohólico e incluso un ludópata que lo único que amaba en serio, era a su guitarra. Quizás ¿Pero qué más se le puede pedir a alguien que toca jazz manouche en clubes del viejo mundo durante los años treinta? De modo que él llegó a su hogar y se encontró como de costumbre, con decenas de flores hechas de celuloide que pretendía vender, un poco para palear sus parrandas y jugarretas nocturnas, al día siguiente. Hermosas flores hechas con esas manos tan lindas de su mujer. Luego, hablaron de lo de siempre. El dinero, qué tal había estado la música, si había bebido mucho, etcétera, cosas de la rutina y que ambos enfrentaban como un ritual monocorde que se les alejaba de las yuxtaposiciones y devaneos melódicos propios de un gitano. Sin embargo, ya era tarde, así que es muy posible que nuestro personaje quisiera sacarse los zapatos y tumbarse en la cama, así tal cuál, con su traje arrugado y pasado a humo, o tal vez, no hizo nada de eso y solo apagó la luz e interpretó su improvisación número 5 como si no estuviera en ningún lugar realmente. Lo cierto es que la luz no estaba encendida porque de un momento a otro, dejó de tocar o dejó de dormir y comenzó a revolver las cosas de la pequeña despensa vacía casi, pero con algunos enlatados indispensables para él, que como ya sabemos, era todo un gitano, y de pronto con una vela en la mano, adquirió un semblante triunfante. Se diría que era como sus predecesores, un Ciro o un Dario II saboreando un triunfo imaginario frente a las tropas de Alejandro Magno.

Había escuchado a una rata pasearse dentro de su cabina. Él no estaba loco, sí que la había escuchado y no podía seguir haciendo lo que fuera que estaba haciendo, si no procuraba deshacerse de ese bicho rastrero. Entonces prendió la vela con la fortuna que sólo él podía tener. De pronto todo estaba en llamas. Las flores de su mujer ardían como boca de diablo, con una rabia repentina y burlona que le recordaban las apuestas y los sueldos que perdió en épocas no tan remotas. Él, el guitarrista de los juegos y las prostitutas belgas a media noche, estaba siendo juzgado por un montón de flores de celuloide que le concedían el crédito de una escena memorable en la historia del jazz. Frente a las llamas que se alzaban ya, desnudando lo que un año más tarde sucedería en Polonia y paso a paso en Europa, solo pudo atrapar un paño húmedo con el que envolvió a su mujer y parte de su cuerpo, pero ¿Qué poder tiene el lino encerrado en la casa humeante de un gitano? Pues el mínimo. Se salvarían claro, pero el gitano perdería dos dedos. Dos dedos de su mano izquierda. Aun así, sin saber como –algunos especularon sobre pactos y acuerdos tácitos con el diablo- logró componer y seguir viajando por Europa y Estados Unidos, mientras Europa y Estados unidos, se mutilaban no un par de dedos, sino una decena de millones de paisanos que deberían haber visto tocar al gran Django Reinhardt, el guitarrista de los dos dedos menos y el ludópata infatigable que unos buenos lustros más tarde, muerto ya, pasaría sus horas al borde de la línea del tren, matando ratas con un rifle.

sábado, 23 de enero de 2010

Kuervos del sur: "Pobreza! En esta tierra no hay"


“Pobreza!!! En esta tierra no hay, que la hierba espesa siempre crecerá, que el cristal manantial me refrescará”

Durante el pasado 2009 un grupo chileno, sacó su primer LP titulado “Porvenir”. Este que es un grupo que lleva tocando un par de años o más de un par de años, había editado anteriormente un EP (Anciano Sol) que sería la piedra angular del disco del año pasado. Las canciones rescatan por un lado el sonido del rock más tradicional (no necesariamente clásico) y por otro lado, una veta mucho más profunda y difícil de alcanzar si se quiere: nuestro folklore. La combinación de ambos estilos es algo que ha tenido poquísimos exponentes en nuestro país. Está por una parte aquella tradición que parece comenzar o asomarse con Los Jaivas y una paulatina evolución, que silenciada durante la dictadura, reflota en grupos y compositores como Mecánica Popular, Manuel García, Nano Stern, en general en la nueva trova chilena deudora además de estos últimos veinte años de avances tecnológicos, difusión y mixturas nunca antes vistas. Están también agrupaciones como Weichafe, Huinca, Tribu Urbana, Mar de Robles e incluso El Cruce (quien mezcla blues con sonidos criollos), además claro, de un atípico compositor como lo es Feliciano Saldías. Atípico porque su trayectoria tiene un punto de inflexión que para los más puristas, resulta toda una traición: haber participado en un reality. No obstante para Feliciano, incluso con este panorama, no ha sido esquivo el renocimiento, siendo además uno de los puntales en una promisoria corriente de rock criollo, el “Rock de Raíz”. Y en este rock de Raíz, aparece este grupo, estos cinco músicos (muchos de ellos de Curicó, de allí su nombre), que con guitarras que a veces parecieran sacadas de un disco de A Perfect Circle o solos que suenan a Mc Cready de Pearl jam, logran infundir en cada una de sus canciones un sello propio, una propuesta que rompe con la contradicción tradición-modernidad (o probablemente la asume de un modo natural, para nada antitético, complementaria como debe ser) y fundan un sonido que sabe fluído, un sonido como si desde hace tiempo estuviera flotando en el aire o dando vuelta en nuestras cabezas, y esto es lo más impresionante: como cada uno de los integrantes –hasta donde sé sin una formación musical de conservatorio- hacen lo que hiciera en su momento el mítico Sydney Bechet o las oleadas de inmigrantes que llegaron a Nueva York a comienzo de siglo XX, fundiendo no sólo los ritmos tribales y rituales, con las estructuras más conservadoras del mundo occidental, sino también, con el flamenco, sonidos gitanos e incluso provenientes de Europa del Este y Asia. Sé que es pretensiosa la comparación. Por una parte esta Bechet el clarinetista que no sabía leer una partitura y que sin embargo, revolucionó el mundo del jazz componiendo piezas nunca antes vistas, y por otra, una banda de rock del siglo XXI que lleva en sus espaldas una historia (que es también nuestra historia) y que por ello, cuentan ciertamente con más herramientas, pero la similitud está dada por lo implícito tanto en Bechet (por mencionar a uno) como por los Kuervos. Implícito porque no hay matemáticas ni geometrías rebuscadas y entrampadas en los ripios obligados de una partitura, sobretodo cuando ella es marcada a fuego con las exigencias de un mercado mediocre, como lo es el mercado musical, y doblemente mediocre cuando se trata del mercado musical chileno.


Es posible detectar en canciones como Kaverna, El Campesino, Mar del Sur o Taku, el rigor de la naturaleza, justamente de aquella naturaleza de la que tratan sus letras, pero también de la naturaleza humana, que no es una naturaleza aislada (descubrimiento este, con más de dos mil años de antigüedad) sino una naturaleza que se hace y deshace en la convivencia con el otro desde el presente, pero a la vez, con el pasado con la memoria, cuando no, con la genética. Suena a lugar común, a cliché plantearlo de ese modo, pero cómo no hacerlo si hay frases que elevan toda una tradición con tanta precisión que da envidia. Borges decía que la mejor poesía era aquella que al leerla nos retrotraía a imágenes que naturalmente han surgido en nuestra cabeza pero que luego, no tenemos como decirlas, y que finalmente al leerlas en otros causaban ese abatimiento propio de la envidia “esto es lo que estaba tratando de decir”. Eso sucede con los kuervos del sur, al escuchar frases como “porque las jaulas no me abrigan del frío, solo la cálida prisión de tus manos entre las mías” o “la lluvia derramó su ser, la cumbre cambió su piel de serpiente” o “como un rebelde amanecer que muerde a la serpiente” alusiones a nuestros andamiajes, si se quiere a la serpiente emplumada azteca ,pero nuestra que cada día renace con el amanecer, o la sencillez de “Pobreza: en esta tierra no hay” resumen obligado de unas cuatrocientas cincuentas páginas de la “Bendición de la tierra” del escritor noruego Knut Hamsun pero que es también el Canto General de Neruda y lo mejor de la poesía bucólica de Teillier. Los Kuervos del Sur son un grupo “emergente”, injustamente tratados por los medios nacionales (He visto solo dos o tres portales de Internet que hablan de ellos, de forma elogiosa todos, y un diario curicano, también de un modo bastante favorable), Independientes (¿Qué hace el sello Alerce mientras un grupo como este edita un Larga Duración de forma independiente?) y de una difusión limitada de momento a círculos cercanos y a jóvenes mayoritariamente devotos del Grunge, pero esto, sólo de momento, porque es imposible incluso para quienes no siguen ninguno de los estilos o influencias que capitaliza el grupo, abstraerse de ese vendaval sonoro, que sin duda, es la mejor definición de lo que suena cuando el pequeño cuervo tatuado en negro del disco, comienza a girar. Un kuervo que vuela promisoriamente en círculos, paseándose por todo lo ancho de nuestra memoria.